Las 24 horas de Le Mans es una carrera de resistencia en su más amplio sentido. No es sólo una prueba para los coches, sino especialmente para los pilotos y sus mecánicos. Y, en concreto, cuando se llega a la noche.

Los tres competidores de cada coche tienen límites establecidos de tiempo: deben rodar como máximo 4 horas de cada 6. Ese es el límite de cada relevo, con un máximo de 10 por piloto. Esto obliga a que las estrategias tomen un papel crucial: a algunos se les da mejor el día que la noche, otros prefieren las carreras a la remontada…

En cualquier caso, todos deben descansar… o lo intentan. Fernando Alonso admite que durante las 24 horas de Le Mans de 2018 apenas durmió unos 20 minutos o media hora debido a la adrenalina y la tensión que tenía. Él como los demás corredores de esta prueba tienen que mantenerse alerta y, a la vez, lo suficientemente descansados para salir en cualquier momento a pista.

En Toyota, por ejemplo, establecen un protocolo muy claro: mientras un piloto está rodando, hay otro que está en modo alerta, en el garaje del equipo para cualquier eventualidad y dispuesto a subirse al coche. El tercero se queda descansando donde prefiera, bien en el motorhome donde tienen sus habitaciones, bien dentro del propio garaje si no quieren volver.

Los ingenieros y mecánicos también deben descansar, pero es algo voluntario. Sobre el papel se establecen turnos para que la mitad de los miembros estén durmiendo, pero muchos no pueden. "En 2018, había gente que cuando acabó la carrera se dio cuenta de que no había pegado ojo desde el día anterior", explican desde el Toyota Gazoo Racing, los grandes dominadores de esta prueba.

Muchos de ellos dedican la noche a hacer ejercicios físicos de manera regular. Carreras cortas por el paddock, estiramientos, algunos incluso dan toques de balón... Todo lo que sea necesario para mantener el cuerpo activo.